PATRIMONIO MUNDIAL
Son Viscos respira el aire de La Sierra de la Tramontana, situada a lo largo de la costa noroeste de Mallorca. Es una región montañosa muy escarpada donde se levantan las cimas más altas de la isla. Su paisaje cultural, modelado por el hombre a lo largo de los siglos, fue declarado Patrimonio Mundial en el año 2011.
PAISAJE E HISTORIA
El paisaje de la Tramontana sorprende por una circunstancia muy particular, ya que los antepasados, en busca de aprovechar los recursos en unos terrenos propensos a sufrir la erosión que se llevaba la poca tierra que había, construyeron unas terrazas conocidas como marjades.
Cogieron las piedras del terreno y construyeron unos márgenes que les permitió escalar el paisaje en pendiente para poder cultivar. La piedra al mismo tiempo funciona como un colador permitiendo el filtrado del agua. El reconocimiento de la UNESCO tiene mucho que ver con estas terrazas, una intervención del ser humano sobre el paisaje que no buscan dañarlo, sino mejorarlo.
La atracción de la Tramuntana quedó forjada por la llegada de viajeros ilustres como el Archiduque Luis Salvador de Austria, quien pisó la isla por primera vez en 1867, quedando prendado por la belleza de la Costa Nord. El Archiduque adquirió varias propiedades en los pueblos de Valldemossa y Deià, como Son Marroig y s’Estaca. Esta última luego pasaría a manos de Michael Douglas, conocido ahora por los lugareños como Miquel de S’Estaca.
El Archiduque quedó vinculado a la isla tras estas adquisiciones. Su objetivo fue conservar todos sus espacios naturales y hacer divulgación de ellos gracias a la construcción de miradores y senderos de montaña, que continúan en pie, para que los visitantes puedan contemplar la belleza del entorno.
Los paisajes y pueblos de la Tramuntana atraen a gente de todo el mundo. Su entorno nunca deja de sorprender, ofreciendo multitud de posibilidades para los amantes de la naturaleza, el senderismo, el ciclismo, la gastronomía y el buen vivir.
Los pueblos de la Serra son unos de los más bonitos de la isla, caracterizados por sus fachadas forradas de piedra, los olivos centenarios y bonitas calles adoquinadas. Entre los más conocidos se encuentran Valldemossa y Deià, donde se asentó el Archiduque; pero también Sóller, Banyalbufar o Fornalutx, reconocido en varias ocasiones como el pueblo más bonito de España, por el encanto de su arquitectura tradicional.